Tuesday, October 17, 2006

Entre Curicó e Iloca hay 1000 historias que contar

Iloca es una pueblito playero que queda a 117 kilómetros a la costa de Curicó, es muy bonito, y muy conservador.
Curicó es la capital de Chile, y está ubicada 191 Km. al sur del kilómetro 0, una ciudad plagada de flores en primavera y alegría el resto del año. Es conocida mundialmente por la calidad y bravura de sus ciclistas.
Una de las carreras más esperadas en el año, es la Curicó-Iloca, una de las más bellas y emocionantes. Los corredores suelen pedir las vacaciones los dias previos, para poder entrenar con tranquilidad, por lo que todos llegan muy bien preparados.
Todos, menos uno.
Llevaba casi 3 meses desde mi debut en las carreteras y me presentaba como el ciclista menos favorito del grupo. Mi hermano chico no bromeaba, me veía la cara de inexperto, la cara de concentración del resto de los corredores, y se largaba a reír una vez más. "Es que nadie puede venir sin dormir y sin entrenar a competir la carrera más importante del año, en la capital del ciclismo en Chile".
Sus dichos tenían toda la razón, porque en ese momento estaba trabajando en la agencia "Impulsando", y en el diario "La tercera". Y si la carrera fue un domingo, yo pasé casi toda la semana sin dormir porque tenía el examen de título el viernes. De hecho no dormí nada del jueves para el viernes.
No puedes decir que no he dormido, le dije, el sábado dormí casi 17 horas. Pero soy un tipo obsesivo así que no me llegaron sus dichos.
"Ni siquiera tienes un equipo", me decía. "Ni vehículo de apoyo, vas a hacer el ridículo durante 117 kilómetros".
¡No me interesa!, correré igual y ganaré.
Siempre se ha dicho que el trazo tiene 1000 historias, porque cada uno tiene una interpretación distinta a los cientos de hechos que pasan en el camino.
La verdad, es que mi historia no comienza hasta el final de la carrera.
Mi hermano había sentido compasión de mi, y había ido a buscar a mi viejo a la casa para que fueran en la caravana de autos para que me recogiera en el kilómetro 40. No me tenían nada de fe. Sin embargo, cuando menos se espera de mi, siempre doy el guaracazo, y esta vez no era la excepción.
Corría el kilómetro 80, ya habíamos superado todas las durísimas cuestas del camino y yo seguía como lechuga, listo para atacar.
Ni yo me la creía, pero en el kilómetro 105, cuando ya habíamos superado el infernal tramo de viento de cara, siento que la carrera se define entre uno de nosotros.
Miro hacia el lado, y veo la cara de cansancio de mis compañeros. Sudor, dientes apretados, y todo eso. Y yo, nuevecito... la verdad es que no entendía lo que pasaba, íbamos rapidísimo, pero mis piernas respondían como si fuesen las del mismísimo "Eddie Merckx".
Las bocinas de los autos anunciaban triunfales la cercanía de la meta, la gente salía a la calle y gritaba extasiada, los carabineros, la televisión, los fotógrafos a un lado del camino, y el letrero que anunciaba 2 kilómetros a meta.
Mi cara sonreía, porque sabía que tenía posibilidades, sabía que aún tenía fuerzas.
En ese momento el mundo se detuvo, mis compañeros al parecer dejaron de pedalear, la gente dejó de gritar, y las olas del mar se quedaron quietecitas. El velocímetro no avanzó más. Todo se detuvo y los recuerdos empezaron a aflorar. Me acordé de las palabras de Iván Zamorano cuando dijo que no existe nada más reconfortante en la vida que un triunfo deportivo. Y vaya que tenía razón. No había que olvidarse que hace 2 días me había titulado con un esfuerzo casi épico. Pero en ese segundo, todo da lo mismo, ganar era lo único que importaba. ¿Cómo puedes comparar titularte de diseñador de la mejor universidad de Chile, con titularte campeón de la Curicó-Iloca?.
Ganar, mi mente en ese segundo me ordenó ganar!!!, y el tiempo vuelve a andar, el velocímetro vuelve a marcar que la velocidad era de 60 kilómetros por hora, la gente gritaba como nunca había gritado, la ovación de la caravana de autos rugía, y las olas se encaramaban más alto que nunca, no querían perderse el embalaje ni por nada del mundo, entonces el cerebro le dice a mis piernas ATACA!!!! y salto con una fuerza descomunal, quedaba una curva y 200 metros para la meta, mi cerebro solo decía hasta el cansancio GANA, GANA, GANA..., y doy ese giro y el tiempo se vuelve a detener.
Iba a casi 70 kilómetros por hora, y tenía a 5 metros un auto en contra el tránsito. Los carabineros le dijeron un montón de veces que no podía salir del estacionamiento hasta que pasaran los ciclistas, pero ustedes saben como son los chilenos, y al menor descuido, encendió el motor y salió.
Tal vez en otra ocasión me lo podría haber sacado de encima, pero ¿en una curva, y a esa velocidad?... difícil.
Entonces, la gente se volteó para no ver, y el estallido fue gigante. los vidrios y la sangre saltaron para cualquier lado y mi cara quebró el parabrisas del auto.
En ese momento el cerebro se formatea, y piensa siempre en lo peor. No perdí el conocimiento en ningún momento, me tiré del capó del auto hacia la calzada, y me quedé quietecito. La gente estaba histérica, la ambulancia, la ambulancia, gritaban algunos. Hubo otro que me dijo, gira la cabeza, no mires hacia arriba. Le hice caso, giro la cabeza y vomito mucha sangre...
Quédate tranquilito, ya viene la ambulancia, todo va a salir bien, respira hondo, ¿puedes?.
(¿Que si acaso puedo?, estuve a punto de ganar y se preocupa de que respire)
Luego viene el chillido horroroso de la ambulancia, me ponen un cuello, y me llevan al hospital de Licantén como a 200 Km. por hora. La paramédica me decía, no te duermas, no cierres los ojos, por favooooor, mírame, ¿puedes?.
¿Que si acaso podía mirarla?, estuve a punto de ganar y no voy a poder mirar a una bella paramédica.
Lo que sí voy a hacer por mientras, es revisarme:
¿Las manos se mueven?, ¿los dedos?, perfecto... se mueven. Ya puedo diseñar.
Y las piernas, Augh, ¿se mueven? las dos, bacán, entonces puedo seguir corriendo.
¿Y qué puedo hacer por mientras?, me voy sacando los pedazos de vidrio incrustados en el cuerpo, total, en algún momento tendría que sacármelos.
Lo que si no voy a poder sacarme nunca, es la espina de no haber ganado la Curicó Iloca, la carrera más importante del año.



Tuesday, October 10, 2006

Adiós a Tricky, la bicicleta que tanto amé

Hay cosas que jamás me hubiese gustado estar vivo para contarlas.
Esta es una de ellas. Y pasó el 2 de septiembre, o sea, hace bastante tiempo.
Acababa de ajustar mi bicicleta para ir a competir con mi hermano a San Fernando, cuando del mismo taller y delante de mis narices me la roban.
En el taller, todavía nadie entiende muy bien qué fue lo que pasó, lo claro es que mi bicicleta negrita era la más hermosa y ya no estará más conmigo.
La gente puede decir que da lo mismo, son cosas materiales, y se pueden recuperar. Es que no es tan así, no es llegar y comprarse otra. No es llegar y comprar el modelo que viene con todo en tope de línea. No es así.
Cuando uno se mete todos los días a la página de trek a ver lo hermosa que era, cuando coleccionabas sus fotos antes de comprártela, y le preguntabas a la gente que la tenía cómo le había salido, cuando pasabas por la tienda y te brillaban los ojitos, no puedes más que sentir rabia por haberla perdido.
Porque se había creado un vínculo maravilloso entre ella y yo, porque era cómoda, porque era la más hermosa que he tenido y tal vez tendré, y porque al igual que todas mis otras bicicletas, era negrita.
Y es que apenas vivimos juntos un año y medio, pero no saben cómo la hecho de menos, es terrible. Habíamos carreteado juntos, habíamos ido al trabajo
juntos, habíamos ido a las carreras juntos, y habíamos llorado y reído juntos. Y hoy ya no está más a mi lado.
He pasado por la tienda para cotizarme otra, pero el modelo 2007 es horrible. Ni siquiera es negro. Y he estado enfrente de un montón de otras bicicletas, todas muy pero muy lindas, tal vez mucho más adecuadas para una competición que la Tricky, pero ninguna es de mi gusto, me subo y me dan ganas de bajarme de inmediato.
Cuando la perdí, jamás me imaginé lo terrible que iba a ser no tenerla nunca más junto a mi. Pensé que perderla iba a ser como las otras 2 bicicletas que me han robado, que me iba a dar lo mismo e iba a ir por otra, pero no fue así.
Siento que el cerdo flaite y mugroso que me la robó, robó algo más que una bicicleta. Robó una maravillosa relación máquina hombre, robó un pedazo de mi intimidad.
Por cierto, alguien que jamás la valorará tanto como yo. Alguien que la mirará por sus partes, por sus manillas de frenos, y por la calidad de su transmisión, pero jamás entenderá que detrás de cada pedaleo, hay una lágrima de sudor, jamás entenderá que los pelones que tiene, fue porque nos caímos juntos, y a ambos nos dolió.
Mi Triiiicky, no saben cuánto la extraño, y qué daría para volver a estar con ella. Y aunque hoy estoy resignado a que nunca podré recuperarla, no quiero perder esa ilusa sensación que la voy a ver tirada por ahí, y cuando nos veamos, logremos abrazarnos y llorar juntos, porque jamás debimos habernos separado. Mi Tricky y yo, nacimos para estar juntos, y quiéranlo o no, nos quisimos. Y eso... nunca nadie lo podrá cambiar.
Nadie, porque ya está escrito.