Monday, July 17, 2006

La historia del chiste de la gallina

Era el año 2003, había venido a Chile el prestigioso tipógrafo holandés Gerard Unger.
El hizo un par de presentaciones en la facultad de diseño de la PUC, y para despedirlo fuimos a Los Canallas, un restaurante de Santiago que aparenta ser un antro. Piden una clave para entrar, y si no la das, no puedes pasar.
Por suerte, el tono y el kote, que eran profesores que habian investigado la cultura popular se sabían la contraseña.
En el grupo estaba toda la oficina donde trabajaba (el DET), Gerard Unger, su traductora al holandés y casi todos los tipógrafos de Chile. Nos sentamos, y mientras pedían las parrilladas, me empezaron a animar a que contara chistes.
Yo era un pollito escondido en un rincón. ¡Yaaaaa, que Juan Pablo se cuente un chiste, gritaban todos!. Yo no hayaba que hacer, delante mío estaban 2 de los profesionales que más admiraba en el mundo, era imposible que me pidieran eso.
Saque fuerzas de flaqueza, y conté un chiste de jaimito. No podía quedar mal frente al maestro.
buuuuuuuuuuu, gritaron todos, fomeeeeee.
Entonces se para el Tono Rojas y dice, yo si que les voy a contar un chiste: y cuenta uno de gruesesímo calibre... todos más que reírse quedaron para adentro. Pudo haber sido una falta de respeto contar ese tipo de chistes delante del Dalai Lama de la tipografía, pero sin embargo se rió mucho.
Pero como se rió dio pie para que la traductora contara otro chiste, lo contó en español y en holandés. Si el chiste del Tono era subido de tono, olvídense este... sin embargo todo el mundo se rió mucho.
Hasta que alguien dijo, ¡que Juan Pablo cuente el chiste de la gallinaaaaaa!. No puede seeeer. No me podían hacer esto delante del maestro, era el chiste más histriónico que existía en el mundo, y no era el momento ni el lugar para contarlo. Pero todos insistían: el chiste de la gallinaaaaaa.
Está bien, dije yo; el chiste de la gallina. Me paré arriba de la silla y empecé.
Esta era una vez, un gallinero... : guachunnei-guachunfiri, le iba traduciendo la intérprete, y Unger miraba atentamente.
Al rato, todos estaban muertos de la risa. A carcajadas, y el chiste todavía no terminaba.
Esque Juan Pablo no puede poner esas caras!, decía la gente.
La intérprete hacía rato ya que había dejado de traducir, porque ya no se podía aguantar la risa, no podía traducir y reirse a la vez. Pato Pozo (un profesor), ya no podía más, se afirmaba como podía de la mesa. Gerard Unger, lloraba de la risa, lloraba con lágrimas de verdad, Pancho Galvez y tuco se apretaban el estómago para dejar de reirse. El Jose Allard, que era un tipo demasiado caballero, creo que se había caído de la silla. No se qué estaba haciendo debajo de la mesa.
Había una mesera que estaba trayendo los braseros con carne, y no pudo evitar quedarse a escuchar. Ella no daba más tampoco. Su peinado era un desastre y se le corrió el maquillaje. Alguien por ahí dio vuelta un vaso con vino. Y yo, seguía contando el chiste, como si nada pasara. Todo era un caos, la gente luchaba por controlar sus esfínteres, a esa altura ya todos lloraban de la risa. El holandés ya no daba más, era un tipo, que si bien es cierto se cuidaba, pensé en todo momento que le iba a dar un ataque cardíaco...
En fin, no recuerdo si terminé de contar el chiste ese día o no, la verdad es que el restaurante entero quedó hecho un verdadero caos, yo por mi parte, quedé sudado hasta decir basta, y Unger todavía se debe estar riendo, aunque no haya entendido nada lo que dije...

1 Comments:

Blogger Pilar Navarrete Michelini said...

Esto es un descaro, porque no me puedo parar de reír mientras leo!!!

2:38 PM  

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