Saturday, July 29, 2006

El mes mas largo de la historia

Esto es increíble.
Si no lo hubiese vivido no lo hubiese creído.
Cuando empezó Julio del 2006 me dijeron, Juan Pablo, hay que ponerse las pilas porque esto es para el lunes. Ah, ya, dije yo, hay que ponerse las pilas para no trabajar el fin de semana. Lamentablemente no me las puse mucho parece, porque se me vino el lunes encima y había que trabajar mucho. Entonces me levanto esa mañana, y dije, ahhhh, por fin es lunes y ya terminó todo. Cuando suena el teléfono y pasa lo imposible. Resulta la que llama es mi amiga Cathy López, que tiene que corregir su tesis porque es para el lunes. Bien le dije yo, queda harto tiempo.
No me dijo ella, es que mañana es lunes. Sorprendido, veo el calendario, y toda la razón, mañana era lunes. No me di cuenta como pasó el tiempo, pero a un amigo no se le deja botado. Bueno, puedes venir a trabajar a la casa, le dije yo.
No entendía, y en verdad no entendía nada de lo que estaba pasando, pero si hoy día es lunes. Reviso el computador, y efectivamente hoy es lunes. Pero mañana también es lunes, que raro. Se equivocaron.
El equivocado era yo, cuando llaman del trabajo que me dicen que me mandaron un mail con las correcciones a lo que estaba haciendo. Y me tenía que apurar porque era para dos lunes más.
Bueno, dije yo, si mañana es lunes y el próximo lunes es en una semana más, igual queda harto tiempo, quedan 8 días. Pero aquí viene lo sorprendente: me dicen "no, es que es para pasado mañana".
Incrédulo, miro el calendario, y claro, pasado mañana es lunes.
Esto no puede ser, y asustado, llamé a mi amigo Carlos Correa a Curicó, para decirle que me enviara el calendario de carreras del ciclismo de todo Julio. El me responde con toda tranquilidad, que no van a haber carreras en todo julio, porque no hay domingos.
Chequeo nuevamente el calendario, y efectivamente, no hay domingos. Si no hay domingos no hay carreras, y no hay calendario ciclista.
Lo peor de todo, y esto si que no me lo van a creer: para todo Julio, venían sólo lunes.
No era hora de cuestionarse nada, había que entregar pasado mañana todas las correcciones que me habían hecho, y en cualquier momento llegaba la Cathy a ver el tema de la tesis.
En cualquier momento llegaba la gente de la revista mira a pedirme lo de la infografía, y en cualquier momento llegaba el deadline para terminar transantiago. En cualquier momento llegaba la gente de la Universidad del desarrollo a ver que pasaba con las clases, y en cualquier momento llegaba la gente de la PUC a que terminemos luego lo de Valparaíso. Y la gente de la Universidad de Talca a reclamar el cronograma de clases. Por el momento, no había tiempo ni de entrenar ni de nada, mucho menos de pensar en actualizar letritas.
Y así sucedió, llevo viviendo un mes de puros lunes, y no entiendo como miércale me pasan estas cosas, pero no es hora de cuestionarse nada, ya que el lunes tengo que entregar algo súper importante y lo más probable es que tenga que trasnochar, porque difícilmente alcanzo. Ough!!

Como hacerse inmortal

Debo haber sido muy chico, que se yo, tres o cuatro años. Estábamos con la familia en la casa del campo de mis abuelos.
Estaba todo tranquilo hasta que llega el casero de las verduras, claro, con su caballito y su carretela. Para un niño, este caballito y esa carretela es un mundo. Yo posiblemente le llegaba a las rodillas al caballo, entonces lo veía como un brontosaurio. Era gigante.
Los caseros son por lo general muy amables y como vio que tenía la boca abiertísima y no podía creer lo que estaba viendo me dice: "Amigo, se quiere subir". Era la oferta más tentadora que jamás me habían hecho. Era la oportunidad de desafiar mi aburrido mundo de autitos matchbox y horrendos monos de He-Man, subirme a esa carretera era la realidad que siempre había querido.
Debo reconocer que desde muy chico me ha gustado desafiar a la vida, no desafiar la muerte tontamente, sino que apostarlo todo a una nueva sensación. Ni siquiera miré a mi mamá con mi tía para pedirle permiso, ella estaban extasiadas comprando lechugas, tomates y zapallos, yo simplemente dejé que el casero me subiera.
Yo no sé si ustedes han tenido la oportunidad de subirse a una carretela a los 3 años, pero es lo más excitante que existe, puedes ver el horizonte de lado a lado, sin que ningún adulto te estorbe. Atrás habían quedado mis sueños d pilotear un baritech, estaba sobre una carretela y eso era lo único que me importaba, era una sensación maravillosa.
Yo, simplemente no lo podía creer, mi mamá me decía con esa típica vocecita de mamá: "no se vaya a caer mijito, no sea loco". ¡Pobre mamá!, no entendía lo que me pasaba, entonces grito a todo pulmón ARReeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!!!
Entonces el fino corcel se da vuelta, mira hacia adelante y empieza a andar. Yo que estaba parado sobre los cajones con papas, y me doy una vuelta en el aire, me apoyo en algo inestable, y me caigo de la carretela. Tal vez en ese minuto no dimensionaba lo alto que era, pero la verdad es que la altura de la carretela triplicaba o cuadriplicaba mi estatura, y caí con un fuerte golpe de cabeza.
El resultado: un niño que inconsciente era llevado a toda la velocidad al hospital, a ver si lograba sobrevivir. Todos lloraban, rezaban y se temían lo peor, ya que no reaccionaba con nada.
Luego, el doctor sale de una sala muy serio con su cotona blanca y esa cosa parafernálica que se cuelgan en el cuello, y le dice a mi mamá: "señora, le hicimos los exámenes. Su hijo es inmortal".

Monday, July 17, 2006

La historia del chiste de la gallina

Era el año 2003, había venido a Chile el prestigioso tipógrafo holandés Gerard Unger.
El hizo un par de presentaciones en la facultad de diseño de la PUC, y para despedirlo fuimos a Los Canallas, un restaurante de Santiago que aparenta ser un antro. Piden una clave para entrar, y si no la das, no puedes pasar.
Por suerte, el tono y el kote, que eran profesores que habian investigado la cultura popular se sabían la contraseña.
En el grupo estaba toda la oficina donde trabajaba (el DET), Gerard Unger, su traductora al holandés y casi todos los tipógrafos de Chile. Nos sentamos, y mientras pedían las parrilladas, me empezaron a animar a que contara chistes.
Yo era un pollito escondido en un rincón. ¡Yaaaaa, que Juan Pablo se cuente un chiste, gritaban todos!. Yo no hayaba que hacer, delante mío estaban 2 de los profesionales que más admiraba en el mundo, era imposible que me pidieran eso.
Saque fuerzas de flaqueza, y conté un chiste de jaimito. No podía quedar mal frente al maestro.
buuuuuuuuuuu, gritaron todos, fomeeeeee.
Entonces se para el Tono Rojas y dice, yo si que les voy a contar un chiste: y cuenta uno de gruesesímo calibre... todos más que reírse quedaron para adentro. Pudo haber sido una falta de respeto contar ese tipo de chistes delante del Dalai Lama de la tipografía, pero sin embargo se rió mucho.
Pero como se rió dio pie para que la traductora contara otro chiste, lo contó en español y en holandés. Si el chiste del Tono era subido de tono, olvídense este... sin embargo todo el mundo se rió mucho.
Hasta que alguien dijo, ¡que Juan Pablo cuente el chiste de la gallinaaaaaa!. No puede seeeer. No me podían hacer esto delante del maestro, era el chiste más histriónico que existía en el mundo, y no era el momento ni el lugar para contarlo. Pero todos insistían: el chiste de la gallinaaaaaa.
Está bien, dije yo; el chiste de la gallina. Me paré arriba de la silla y empecé.
Esta era una vez, un gallinero... : guachunnei-guachunfiri, le iba traduciendo la intérprete, y Unger miraba atentamente.
Al rato, todos estaban muertos de la risa. A carcajadas, y el chiste todavía no terminaba.
Esque Juan Pablo no puede poner esas caras!, decía la gente.
La intérprete hacía rato ya que había dejado de traducir, porque ya no se podía aguantar la risa, no podía traducir y reirse a la vez. Pato Pozo (un profesor), ya no podía más, se afirmaba como podía de la mesa. Gerard Unger, lloraba de la risa, lloraba con lágrimas de verdad, Pancho Galvez y tuco se apretaban el estómago para dejar de reirse. El Jose Allard, que era un tipo demasiado caballero, creo que se había caído de la silla. No se qué estaba haciendo debajo de la mesa.
Había una mesera que estaba trayendo los braseros con carne, y no pudo evitar quedarse a escuchar. Ella no daba más tampoco. Su peinado era un desastre y se le corrió el maquillaje. Alguien por ahí dio vuelta un vaso con vino. Y yo, seguía contando el chiste, como si nada pasara. Todo era un caos, la gente luchaba por controlar sus esfínteres, a esa altura ya todos lloraban de la risa. El holandés ya no daba más, era un tipo, que si bien es cierto se cuidaba, pensé en todo momento que le iba a dar un ataque cardíaco...
En fin, no recuerdo si terminé de contar el chiste ese día o no, la verdad es que el restaurante entero quedó hecho un verdadero caos, yo por mi parte, quedé sudado hasta decir basta, y Unger todavía se debe estar riendo, aunque no haya entendido nada lo que dije...

Bienvenida

Muchas personas dicen que si Edward Bloom existiera en la realidad, sería como yo.
Su manera de contar las historias, su manera de mirar, de pararse, y el pensamiento práctico.
La verdad, es que Edward no ha vivido ni la mitad de lo que he vivido yo.
Ese día era una fiesta, yo había ido a divertirme, no a contar historias. Sin embargo, terminé como siempre: contando historias.
De un momento a otro, todos querían escuchar la historia del chiste de la gallina, yo les decía noooooooooooo, no quiero, tengo mejores.
Me pasé contando historias toda la noche, desde cómo me enamoré perdidamente en 1 minuto, el día que gané el campeonato mundial quien toma agua más rápido, hasta como me hice inmortal. La gente se reía a carcajadas. Decían que era el Benny curicano.
En fin...

Todo partió con la historia del chiste de la gallina.